La inteligencia artificial (IA) podría llevarnos a dos escenarios contrastantes en el futuro. En un escenario pesimista, las élites podrían utilizar la IA para mantener su posición privilegiada, aumentando la vigilancia y el control sobre la población. Este enfoque buscaría proteger los modelos de negocio existentes de las grandes empresas y regular los proyectos de código abierto que escapan a su supervisión.

Además, la creencia en máquinas pensantes puede representar un riesgo en sí misma. Esta narrativa podría ser utilizada para controlar el desarrollo tecnológico de manera favorable para ciertos intereses. El objetivo final sería moldear las mentes de las personas regulando la información que reciben, similar a cómo se ha hecho históricamente a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Por otro lado, existe una visión optimista donde la IA impulsa una ola de innovación empresarial, facilitando la creación y desarrollo de nuevos productos. En este escenario, la IA revolucionaría la productividad personal, permitiendo a las personas enfocarse en tareas de mayor valor y liberándolas de actividades repetitivas. Esto podría resultar en una reducción significativa de las horas de trabajo tradicionales y aumentos drásticos de la productividad de la economía.